Solo un pueblo con memoria sobrevive, menciona Wilma Granda, exdirectora de la Cinemateca Nacional. Cinemateca: lugar donde se preserva la memoria del movimiento, permitiendo contar con un archivo vivo que nos recuerde quiénes éramos y somos, para así poder empujar un ‘seremos’, que cimiente un futuro donde el Ecuador, en palabras de Jorgenrique Adoum, «deje de ser un ‘pretérito presente’».
La Cinemateca Nacional es el espacio donde la memoria audiovisual del país se preserva. Más allá de salvaguardar el archivo, la Cinemateca tiene el potencial de convertirse en una forma de educación pública, menciona Paúl Narváez, exdirector de la Cinemateca y documentalista. Esto, debido a que la ciudadanía tendría acceso al archivo vivo y conocería de cerca nuestra historia, para que no se convierta en olvido. El progreso no solo se mide en cuánto se avanza tecnológicamente, sino en cómo el recuerdo nutre al futuro.
Leemos poco porque tenemos poco acceso a los libros. Por ende, reflexionamos poco. Por lo que, si tú quieres comunicar algo, existen limitantes. Y construir un discurso se vuelve complejo. Eso pasa bastante en los alumnos.
Joce Deux, guionista y docente.
La opinión compartida de todos los entrevistados está enraizada en la conjetura de que la debilidad país, en el fortalecimiento de las artes, radica en la baja educación que se imparte en escuelas y colegios sobre el consumo de las artes. Según datos de la Red de Museos Nacionales, hasta 2022, solo siete de cada diez quiteños han visitado un museo en toda su vida.
«Las infancias necesitan construirse para luego construir», menciona Paúl Narváez. Actualmente, el Ecuador sufre de un alto índice de inseguridad y delincuencia por realidades que se han sostenido en el tiempo de los diferentes poderes gubernamentales.
Las pequeñas iniciativas que toman diferentes colectivos para promover el arte se ven limitadas por la falta de presupuesto para su gestión. Un ejemplo de esto es el Festival EDOC; su directora, Lisandra Rivera, comenta que le encantaría retribuir económicamente a sus pasantes. Sin embargo, la realidad del festival es que necesita un financiamiento permanente y estable, para poder ofrecer un empleo digno.
La intromisión del crimen organizado en la cotidianidad del país ha eliminado la motivación de las audiencias por asistir a salas. Lisandra Rivera comenta que el miedo actual a la inseguridad hace que las personas rechacen la idea de salir por la noche; sin embargo, el horario nocturno es el preferido para programar funciones, ya que las audiencias predilectas terminan sus jornadas en esas horas.
De igual manera, la nueva realidad de las plataformas de streaming, ha hecho que la ciudadanía se sienta más cómoda y segura en la comodidad de su hogar para ver películas. En cualquier dispositivo, la obra guardará la emoción; sin embargo, se pierde la experiencia colectiva e inmersiva de la pantalla grande. Paúl Narváez menciona que la gente quiere expresarse, y un espacio donde se puede retomar esta realidad colectiva es el Cine Club, que es un lugar donde el tiempo de la conversación es extenso y nos permite ser narradores y no perder el don de la oralidad, la presencia y el reconocimiento propio en el otro.
Wilma Granda menciona que, para combatir la indecibilidad, se debe preservar la voz de los débiles. No se puede construir un ‘nosotros país’ si olvidamos a quienes estuvieron primero en esta tierra sin nombre, los que guardan los secretos de la naturaleza y le dan voz para que no muera. El cine ecuatoriano no estaría completo sin las voces de los pueblos originarios.
Desde la comunidad de Sarayaku, en la selva amazónica de Pastaza, Eriberto Gualinga –cineasta– menciona que una forma para seguir viviendo en paz es ser noticia desde el cine, para que así el nombre de Sarayaku no caiga: “Si no te visibilizan como pueblo, no existes”.
“Mi pueblo necesitaba ese documental”. El primer documental de Eriberto, Soy Defensor de la Selva (2003), logró mostrar a su comunidad como un colectivo pacífico, hecho opuesto al discurso petrolero que tergiversaba la realidad del pueblo originario de Sarayaku, con la finalidad de explotar sus recursos. Los medios apoyaron la difusión del documental y eso hizo que el estereotipo amazónico del salvaje se disipara.
Eriberto continúa su labor como cineasta, porque «sin imágenes, la gente no te cree». Su sueño es hacer ficción: contar los mitos y leyendas de la Amazonía, por lo que quiere capacitar a su comunidad para tener actores y actrices locales.
Su comunidad está apasionada por su trabajo y siempre está atenta «a ver qué propone este loco». Los jóvenes de Sarayaku están motivados a contar historias. Eriberto piensa que, a futuro, alguien de su comunidad estudiará cine formalmente; después de todo, él se formó en talleres en Estados Unidos, Chile, Europa. Sin embargo, menciona que el espacio que más le enseñó sobre el cine fue ASOCINE.
Eriberto declara que su primer acercamiento al cine fue a través de las películas que traían los curas: Rocky, Rambo, entre otros títulos. Le fascinaron y fueron construyendo su caminar en un espacio ausente de lugares de proyección. Por ello, el consumo en los celulares ha significado una «adicción» en los jóvenes.
La realidad de las salas se ve reflejada a nivel nacional. Lisandra Rivera comenta que las salas están en mal estado y ya no son funcionales. ¿Cómo puede llegar un público a ver cine ecuatoriano si no tiene dónde estar?
Tito Jara, director y productor, comenta que existen diferentes audiencias y no todas buscan ver lo mismo en el cine. El cine comercial y el cine de autor tienen diferentes públicos objetivos, por lo que se debe pensar en distintos espacios de difusión, para que cada espectador encuentre lo que quiere ver y salga satisfecho de su función.
Sin embargo, está realidad es idílica. Martina Aulestia, estudiante de cine de la UDLA, comenta que no se tiene el dinero suficiente, ni para ir a salas, ni para pagar varios servicios de streaming. El cine debería ser, pero no es de fácil acceso. Aisha Maldonado, otra estudiante de segundo semestre, menciona que las salas independientes en la ciudad de Quito están centralizadas y privilegian a ciertos sectores de la ciudad.
“Si el cine ecuatoriano no estuviera en crisis, estaría vigente”.
Wilma Granda, Exdirectora de la Cinemateca Nacional.
La era digital se ha tomado el mundo: ha hecho que las formas de promoción y difusión de las producciones busquen en los nuevos entornos del socialmedia el lugar para captar nuevos públicos. Principalmente, a la juventud.
Existen proyectos digitales que ayudan a la promoción y difusión del cine nacional, entre ellos Radio Cocoa, medio digital adscrito a la Universidad San Francisco de Quito, que visibiliza eventos, proyectos y creadores emergentes de diferentes artes y espacios culturales. «¿Para qué hacemos esto?» es la pregunta que Marx Corella y Ricardo Sempértegui se hacen, día a día, al trabajar en el medio digital Radio Cocoa.





