Para hacer historias a partir de las imágenes en movimiento, el arte cinematográfico se sostiene en dos grandes géneros: la ficción y el documental. La imaginación de la realidad y la realidad imaginada se han enraizado en el Ecuador para intentar transmitir sueños y responder a las preguntas de la existencia: ¿Quiénes somos como país?, ¿quiénes somos nosotros?, ¿hacia dónde vamos?
El cine es un espacio de construcción del imaginario social. Las narrativas construyen propuestas de conocimiento desde la ‘realidad’ que habitamos para, en la gran pantalla, aceptar el reto de vernos. Vernos retratados desde los ojos de un arquitecto soñador que explora la vida y propone sus respuestas a los enigmas.
Todo mundo quiere contar una historia, quiere crear sus propias mitologías
Joce Deux, guionista y docente.
La narrativa es el arte de contar historias. En el cine, es el motor para lograr que la película conmueva, cautive y maraville al público. La narrativa en el cine se nutre de la creación literaria, el guion. Junto a ello, se desarrolló el lenguaje cinematográfico, la arquitectura del universo de la magia filmada. Sin embargo, el avance constante de la tecnología y la necesidad urgente de decir, hizo que el lenguaje cinematográfico sea el cimiento del nuevo formato que domina el consumo de entretenimiento en la actualidad: el audiovisual, tomando como nombre lenguaje audiovisual.
El audiovisual, al volverse un lenguaje de uso masivo, ha construido nuevas propuestas donde se recrean los clásicos géneros cinematográficos. Un ejemplo: el viral Enchufetv, muestra la comedia ecuatoriana con su propia salsa. Iniciada en YouTube en el auge de la plataforma, 2012, con estudiantes graduados del Tecnológico Universitario de Cine y Actuación —INCINE—.

EnchufeTV ha realizado sketches con temas diversos que apelan al humor de situaciones cotidianas o imaginarios compartidos por una sociedad necesitada de reírse de sí misma, volviéndose virales. Posteriormente, su director, Jorge Ulloa, realizó su primer largometraje: Dedicada a mi ex, la película ecuatoriana más taquillera de la última década.
El nuevo ingreso de las narrativas audiovisuales lleva a pensar: ¿qué pasa con los cineastas y sus narrativas que no convocan al público ecuatoriano?
Ficción
Los sueños siempre han querido ser retratados, la imaginación de las personas y la significancia que le han podido dar a los sueños ha llevado a la humanidad a edificarse. La ficción no es más que eso: las ganas de contar lo que no se puede legitimar.
Al arribar los primeros cinematógrafos al Ecuador, los visionarios empezaron a experimentar capturando lo cotidiano para mostrarlo en una carpa común. Era un ambiente rodeado de personas cautivadas por verse dibujadas en la gran pantalla. Para 1924, Augusto San Miguel inaugura su primer argumental El Tesoro de Atahualpa, primera película de ficción en el país.
La trama de ‘El tesoro de Atahualpa’ gira alrededor de un estudiante de medicina quien, tras ayudar a un indígena, recibe como agradecimiento un mapa para encontrar el legendario tesoro del Inca. En la travesía se enfrenta a un extranjero codicioso.
Fernando Criollo, Mundo Diners
A partir de ese momento, son pocos los cineastas que quisieron apostarle al imaginar a través de la imagen. Las dificultades en los materiales de impresión de imágenes, la ausencia de laboratorios de revelado de películas, la poca experiencia en producción y formación actoral volvía difícil arriesgarse. Sin embargo, la ficción siempre estuvo presente en películas como: Guayaquil de mis amores (1930), Se conocieron en Guayaquil (1946), Llukshi Kaimanta –Fuera de aquí– (1977), Dos para el camino (1981), hasta llegar a La Tigra (1990).
Contar es parte de la experiencia humana y el imaginario es el grito por encontrar alguien que quiera entender la singularidad plural. Sin embargo, en los noventa, se ve un cambio focal en las ficciones del país.
La ficción en el Ecuador «ha seguido un patrón de narrativas encerradas en temáticas específicas del realismo sucio», afirma Luis Moreira, diseñador de efectos especiales y docente. El realismo sucio se caracteriza por retratar la cotidianidad con su lenguaje propio, sin embellecerla. Para 1999, Ratas, ratones y rateros de Sebastián Cordero, fue el punto de giro para la cinematografía nacional por la innovación en la propuesta.

Ratas, ratones y rateros propone una nueva forma de contar, desde la marginalidad que se expresa en una sintonía entre la Costa y la Sierra cruzadas por la delincuencia.
Se muestra aspectos crudos de la sociedad ecuatoriana como una forma de sobrevivir a la misma.
A partir de Ratas, ratones y rateros, cineastas de una nueva generación, incorporan historias desde la nueva realidad-país donde la violencia, el crimen organizado y las drogas se expanden.
Desde entonces –por circunstancias conjugadas como el feriado bancario, la inestabilidad política y las migraciones–, se percibe a la ficción como una narrativa superficial, predecible, con deficiente actuación, entre otros aspectos.
Estos relatos del cine ecuatoriano de ficción han bajado la estima del público por la producción nacional, calificándola de «triste» o «mal hecha». Sin embargo, estas narrativas han sido atractivas para el circuito de festivales internacionales. Por ello, las estrategias de difusión empiezan fuera del territorio nacional, esperando alcanzar el éxito para obtener reconocimiento y regresar al país.
La ficción es el espacio para tener la libertad creativa de retratar otros mundos, otras realidades posibles. Sophie Castro, estudiante de la USFQ, menciona que «la ficción da retos para crear, para experimentar cosas nuevas». Las nuevas realidades, deben ser contadas desde el respeto y la ética de su hecho de inspiración. Tito Jara, director y productor, menciona que se tiene una responsabilidad al contar una historia, una responsabilidad para con la propia historia y con la producida.
Paúl Narváez, documentalista y gestor cultural, menciona que actualmente el Ecuador vive una crisis narrativa, donde hay deficiencia en los guiones. La ficción, se ha quedado estancada en ideas enmarcadas en una legibilidad que no permite a las audiencias identificarse con las historias.
El cine a nivel mundial es un privilegio. En el Ecuador hay una clase social que tiene más acceso a hacer películas; por lo cual las películas de ficción no permiten identificarse.
Paúl Narváez, Documentalista.

Actualmente el cine de ficción en el Ecuador ha empezado a redescubrirse en historias fuera de lo común.
Un ejemplo de esta nueva travesía narrativa es Chuzalongo de Diego Ortuño, una película de terror, según su director, basada en la leyenda del Chuzalongo de los pueblos indígenas de la Sierra. Toma ciertas libertades creativas en el guion para volverlo más atractivo.
Imagen cortesía de Diego Ortuño
La película llamó la atención de las audiencias: una gran cantidad de personas, por curiosidad, acudieron a verla en las diferentes funciones que se organizaron en los circuitos de cine comercial y la Cinemateca Nacional.
Lo natural sería no hacer cine, pero nos lanzamos a pesar de todo,
Diego Ortuño, director
y eso ya nos llena como cineastas.
La más reciente producción ecuatoriana que propone una nueva lectura en la ficción es Alucina de Javier Cutrona, un argentino-ecuatoriano. Innova en las imágenes con efectos especiales, trata temas relacionados con la salud mental y el abuso. Su protagonista es una mujer distinta al estereotipo. La proyección de la obra fue apoyada por las salas de cine nacional como Multicines y Supercines, que difícilmente proyectan películas ecuatorianas; de igual manera, los medios le dieron amplia cobertura.
Alucina y Chuzalongo mostraron nuevas propuestas para resignificar la ficción en el cine ecuatoriano.
Documental
El acto de documentar ha estado presente siempre: la humanidad, ha buscado constantemente preservar su expresión para sentirse inmortal. Es el caso de pinturas rupestres, grandes pirámides, palacios y castillos. Al quedarnos sin la posibilidad de la arquitectura como recurso de preservación, mudamos al documental.
El documental en el Ecuador ha permitido ser la voz de denuncia de las problemáticas sociales que se viven, pero no se evidencian a nivel nacional. Pocho Álvarez, Manolo Sarmiento, Eriberto Gualinga son algunos de los cineastas que le han dado voz a lo que no es escuchado: la naturaleza, los pueblos indígenas, y mostrar lo ignorado: las injusticias sociales y la lucha por los derechos.
La narrativa más fuerte del Ecuador es el documental; así lo afirma Tito Jara. Las películas documentales del país se nutren del territorio biodiverso y la multiculturalidad que habitamos. El ecosistema país que tenemos a nuestro alrededor es también rico en su historia republicana y drama político.
«Valemos mucho como país», menciona Ruby Chasi, egresada como cineasta de la USFQ, agregando que «el cine encuentra temas que te chocan para cambiar». El cine es lugar de catarsis en cuyas historias puedes verte reflejado: esos lugares o personajes que tienen una historia profunda, que puede volverse olvido si no se filma para convertirse en memoria.
No somos autocríticos: la falta de una buena crítica no permite vernos y encontrar aspectos de mejora. A más voces que construyan, existirán seres más críticos y sensibles.
Paúl Narváez, Documentalista
El documental logra convocar a las audiencias masivas a salas, como en el caso de Mi corazón en Yambo de María Fernanda Restrepo. Paúl Narváez se pregunta desde este acontecimiento: «¿Por qué somos tan buenos contando historias en documental?»
El Ecuador necesita del arte para construirse eticamente:
Pocho álvarez, Documentalista
no lo hizo la política, ni la ética, veamos si la estética.
Los festivales son una propuesta de difusión y acercamiento del publico a las películas. El Festival de la Corporación Cine Memoria Encuentros del otro cine (EDOC), muestra internacional, es un espacio que promueve el cine documental y la preservación del patrimonio audiovisual ecuatoriano. En palabras de su directora, Lisandra Rivera Ramírez, «los EDOC han sido una fuente de inspiración para seguir contando nuestras historias».
Los documentales responden a un período de tiempo, circunstancia y espacio específico. Procuran evidenciar búsquedas y respuestas a las construcciones, luchas o sentires sociales para un tiempo determinado. Deben ser preservados como muestras de la historia del país –según Wilma Granda, exdirectora de la Cinemateca Nacional– para poder tener un museo de la memoria desde lo audiovisual.
Pocho Álvarez, documentalista, menciona que «es tiempo de tener otro arcoíris para el cine ecuatoriano»; es decir, poder construir un mañana con un ‘nosotros’ posible, donde no se olvide a cada ecuatoriano, donde haya una oportunidad de contar historias que ayuden a transformar la realidad. El arte es un acto político y el documental, en el Ecuador, es el acto para que la política no se vuelva ciega al sentir del pueblo.

